Leni

Riefenstahl

Berlín, 22 de agosto de 1922

– Pöcking, 8 de septiembre de 2003

A pesar de que su carrera esté adherida al régimen nazi, es una de las directoras más revolucionarias e influyentes de la primera mitad del siglo veinte. Consagró el género de no ficción como vía artística gracias al uso de nuevas metodologías cinematográficas creadas por ella misma.

Tras ver su carrera como bailarina truncada por las lesiones, sufre una epifanía vocacional con La montaña del destino (Arnold Fanck, 1924). A partir de ahí, comienza su colaboración con el propio Fanck en La montaña sagrada (1926) o El gran salto (1927), entre otras. Ofreciéndose para protagonizar la película, consigue la financiación para su ópera prima: La luz azul (1932), cuyo argumento es un recurrente refugio metafórico para las espigadoras: la mujer que, por no seguir lo establecido, es acusada de brujería. Gran éxito en taquilla y galardonada con la medalla de plata en el Festival de Venecia, la película deja fascinado al dictador Adolf Hitler, quien decidió desde ese momento que Riefenstahl debía ser la pluma visual que escribiera la historia del Tercer Reich (1933-1945). En 1933 dirige su primera película propagandística: La victoria de la fe. A pesar de estar auspiciada por el NSDAP tuvo que lidiar con las reticiencias a que fuera una mujer no adscrita oficialmente al movimiento. Un año después, ya con toda la maquinaria nazi a su disposición, completa El triunfo de la voluntad (1924). Este documental, sobre el congreso del Partido Nacionalsocialista, plagado de recursos visuales nunca vistos, sienta las bases de un nuevo paradigma cinematográfico.

Revolución fílmica que continúa con Olympia (1936), un largometraje rodado sobre la celebración de los Juegos Olímpicos de Berlín, en la que expande aun más los límites de la expresión audiovisual tanto en realización como en montaje. Establecida ya como figura del cine mundial, acude a la llamada de Hollywood; pero cinco días más tarde de desembarcar da comienzo en Alemania la purga racial en la conocida como Noche de los cristales rotos en 1938. Censurada por su apoyo a Hitler, la posibilidad de trabajar en Estados Unidos se desvanece. De vuelta a su país, consigue rodar uno de sus proyectos soñados: Tierra Baja. Filmada en 1944, aunque estrenada una década más tarde, la película carga con la mácula imborrable de haber utilizado extras de etnia gitana sacados de campos de concentración. Tras la victoria de los aliados, se queda sin oportunidades en el cine. Reconduce entonces su carrera hacia la fotografía, con especial interés en las tribus africanas y el submarinismo, donde es considerada una de las buceadoras más longevas del mundo. Ya con un siglo de vida, en 2002, estrena la que será su última película: Impresiones submarinas.

Consagró el género de no ficción como vía artística gracias al uso de nuevas metodologías cinematográficas creadas por ella misma.

Filmografía
1926 La montaña sagrada
1932 La luz azul
1933 La victoria de la fe
1935 El triunfo de la voluntad
1935 Día de la libertad: nuestras fuerzas armadas
1935 Maratón Olympia 1936

1938 Olympia I: festival de naciones
1938 Olympia II: festival de la belleza
1939 Fuerza e impulso: los elementos básicos de la gimnasia

1939 El lanzamiento en el deporte
1940 Campaña en Polonia (sin acreditar)
1954 Tierra baja
2002 Impresiones submarinas